villaviciosa de odón
Fue constituido a mediados del siglo XVIII, alrededor de un viejo castillo de origen tardomedieval, que fue transformándose en palacio con el paso del tiempo. Su gran impulsor
fue Fernando VI (1713-1759), un enamorado del lugar. Aquí se estableció después del fallecimiento de su esposa, la reina Bárbara de Braganza (1711-1758), y aquí murió apenas un año
después, sumido en una profunda depresión. Tras la muerte del rey, el castillo pasó a tener un uso administrativo. En la actualidad, es propiedad del Ministerio de Defensa y sirve de sede al
Archivo Histórico del Ejército del Aire.
Las primeras referencias del castillo aparecen en el año 1480, cuando los Reyes Católicos autorizaron su construcción al matrimonio formado por Andrés de Cabrera y Beatriz de Bobadilla, primeros
marqueses de Moya. En 1496 arrancaron las obras, a partir de un modelo arquitectónico típicamente medieval, a modo de gran fortaleza, que, a pesar de encontrarse en desuso en aquellos
tiempos, permitía cumplir el cometido de vigilar y proteger las tierras colindantes. Al mismo tiempo, transmitía una imagen de poder y autoridad, acorde con la posición social de los
propietarios.
En 1521, durante las revueltas de los comuneros, el edificio sufrió serios destrozos, aunque, afortunadamente, quedó intacta la estructura, gracias a la solidez de su fábrica. A finales del
siglo XVI, Diego Fernández de Cabrera y Mendoza, tercer conde de Chinchón y heredero de la propiedad, ordenó su rehabilitación y conversión en palacio, siguiendo las corrientes herrerianas del
momento.
A pesar de las numerosas remodelaciones realizadas a lo largo del tiempo, todas ellas dirigidas a darle una apariencia palaciega, el castillo sigue conservando su primitiva fisonomía de fortaleza
medieval. Su cuerpo cuadrangular, articulado alrededor de un gran patio central y con cuatro torres en las esquinas, evidencia el modelo defensivo utilizado en el momento de su construcción,
similar al empleado en el Castillo de Simancas (Valladolid), levantado igualmente a finales del siglo XV. Los rasgos fortificados también son visibles en los voluminosos muros
perimetrales, con nada menos que trece pies de grosor, así como en el tipo de fábrica empleado: mampostería de granito encintado con trozos de carbón de fragua -al
estilo segoviano-, rellenos de cascote y piedra suelta.
Las torres angulares presentan un aire robusto y pesado, lo que subraya aún más la sensación de arquitectura militar. Todas son circulares, excepción hecha de la situada en el extremo norte, que
es de planta cuadrada y de mayor altura, a modo de torre del homenaje.
Las intervenciones efectuadas en el siglo XVI suavizaron en parte las trazas medievales, sobre todo en el interior. Fruto de estas obras fueron la portada principal, el patio de estilo
herreriano, la sobria escalera de honor y las cubiertas de las torres, con especial atención al chapitel escurialense de la situada en la parte septentrional.
Mucha menor incidencia tuvieron los trabajos realizados por Sacchetti en el siglo XVIII. El arquitecto italiano se limitó a centrar la entrada principal, haciendo de su crujía un
importante zaguán que salía al eje del patio. Pero apenas modificó la distribución de las dependencias, salvo en lo que respecta a la capilla, que fue trasladada al torreón
septentrional.