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castillos peninsulares

fuentidueña de tajo

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Uno de los castillos más desconocidos de la Comunidad de Madrid y, al mismo tiempo, uno de los más grandes, ocupa un recinto de nada menos que 110 metros de largo y 50 de ancho. Lamentablemente, sólo se conservan unos cuantos muros, algunos torreones y la espectacular torre del homenaje.


Tanto se destaca este último elemento arquitectónico que la fortaleza se conoce popularmente como torre. Algunos la llaman Torre de Doña Urraca, otros Torre de los Piquillos, si bien su nombre correcto es Castillo de Santiago, por su vinculación con la orden religiosa homónima.

La presencia de los Caballeros de Santiago en estas tierras se remonta probablemente al siglo XII. Su plaza fuerte en aquel entonces era La Alarilla, una fortificación de origen andalusí de la que no queda nada, que, en el siglo XIII, fue sustituida por la construcción que ha llegado a nuestros días.

El Castillo de Fuentidueña pertenecía a la Encomienda de Tajo y era dependiente de Uclés. Cumplía una función trascendental, ya que se encargaba de vigilar el paso del río. De ahí su emplazamiento en lo alto de una montaña, desde la cual no sólo se divisa la totalidad del pueblo, sino también una buena parte del valle del Tajo.


Se dice que aquí residió la reina Urraca I (1081-1126), esposa de Alfonso I de Aragón (1073-1134), llamado El Batallador. Aunque, por la fechas, debió ser en La Alarilla, ya que, en aquellos momentos, la fortificación que ocupa nuestra atención no había sido levantada.

fuentidueña de tajo

En el siglo XV, el castillo fue reconstruido y ampliado notablemente. Sus remozadas dependencias sirvieron de prisión a personalidades tan relevantes como el adelantado Pedro Manrique de Lara (1381-1440), Álvaro de Luna (1390-1453) y Diego López de Pacheco (1455-1529).

La fortaleza llegó casi entera hasta el siglo XIX. Durante la Guerra de la Independencia (1808-14) fue saqueada y sus piedras desmontadas para ser utilizadas en otras edificaciones. Hoy día se encuentra en estado de ruina progresiva, incluso con riesgo de desprendimientos. Poco queda del castillo, pero los restos que han llegado hasta nosotros permiten imaginarnos su magnificencia, digna de la misión histórica para la que fue creado.

La planta es irregular, con forma de paralelogramo, claramente condicionada por la complicada orografía del terreno. Se encuentra delimitada en las esquinas por cuatro torres defensivas, cuyos lados miden aproximadamente tres metros. Estaba rodeada parcialmente de una barrera, de la que se mantienen en pie algunos vestigios junto al flanco septentrional.


Pero lo que más llama la atención es la torre del homenaje, de 30 metros de altura y con un grosor en sus muros de 1,4 metros. Se halla en el eje de simetría del conjunto, en la fachada norte, y presenta torretas en sus ángulos. Éstas están hechas en mampostería alternada con fajas de ladrillo, a diferencia del resto del edificio, realizado en tapial.

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Mariano García marianogarcia.besaba.com and Mariano García.