alcalá la vieja
Los restos de la fortaleza de Qal´at Abd Al-Salam (Alcalá La Vieja) se hallan situados en la orilla izquierda del río Henares, sobre un cerro situado a los pies del cerro testigo conocido como Ecce Homo (836 m), enfrente de la ermita de Nuestra Señora del Val. Tiene una larga cronología que se remonta a la Edad del Bronce, pero también se han excavado restos arqueológicos de la Edad del Hierro y de época romana.
En el cerro aledaño del Ecce Homo, se encuentra un yacimiento del Bronce Final y de la Edad del Hierro del que sólo se pueden ver las ruinas de la antigua Ermita de la Vera Cruz.
Qal´at Abd Al-Salam, el “castillo de Abd Al-Salam”, se denominaría así en honor a Abd Al-Salam, el caudillo encargado de la defensa de aquellos parajes bajo las órdenes del gobierno central cordobés. Se halla emplazada en un cerro cortado a pico por su lado norte, a cuyos pies transcurre el río Henares. Es una grandiosa ruina, que ha merecido varias campañas de excavaciones arqueológicas, campañas que no se han dado finalizadas, ni mucho menos, pero cuya realización depende del flujo de capital destinado a estos menesteres culturales, para los que no hay demasiado, por desgracia. Es una de las mayores obras militares musulmanas en la comunidad madrileña.
La construcción musulmana data del siglo IX, y posiblemente fue obra del emir Muhammad I (852-886), que fortificó las defensas del Estado andalusí en la Comunidad de Madrid, dentro de la línea defensiva que se dio en llamar Marca Media. La fortaleza se ha reconstruido y reformado después de la ocupación cristiana. La más completa de estas reformas fue la ordenada por el arzobispo Pedro Tenorio en la segunda mitad del siglo XIV. En los aledaños del castillo existían dos arrabales, uno por encima de la fortaleza, y otro de mayor extensión al otro lado del barranco que separa el cerro del castillo del próximo Malvecino frente a la torre albarrana.
La planta del recinto fortificado es irregular y aprovecha la topografía del cerro, cortado también por sus lados sureste y oeste mediante profundos barrancos, que lo aíslan totalmente. Adosados a la muralla existieron 8 torreones (9 según algunas fuentes) de los que se conservan actualmente la torre albarrana, bien conservada, y restos de otras tres, en muy mal estado. Dentro del propio recinto hallamos vestigios de tres silos y un gran aljibe subterráneo de planta rectangular cubierto con una bóveda de cañón reforzada con arcos fajones de medio punto y en buen estado de conservación.
En la puerta principal reconocemos el arranque de la herradura característica de las entradas hispanomusulmanas. Es una puerta formada por un paso en el que se abrían dos arcos de herradura, de las que perduran las dovelas de una de ellas. En las jambas distinguimos 4 agujeros por parejas a ambos lados en los que se debió apoyar la estructura de alguna puerta de material perecedero. Esta entrada sería del mismo estilo de las Puertas de Alcántara o Valmardón en Toledo.
La torre consolidada, la Albarrana (fuera del recinto), es de planta cuadrada. Parte de la obra islámica original ha sido reconstruida posteriormente. Tiene unos doce metros de altura, presentando la característica presencia de ladrillos en sus esquinas y bandas de este mismo material enmarcado la piedra. Las otras torres, caídas la mayoría y en estado ruinoso, son obra mixta de tapial en su interior recubierto al exterior.
El aljibe se orienta hacia el norte, en dirección al río y consta de una gran nave abovedada, reforzada por arcos fajones, en obra de ladrillo y de gran dimensión. Sus muros presentan restos de almagra o pintura rojiza para evitar filtraciones, y un agujero para la conservación del agua potable y su ventilación.
Se piensa que aneja al castillo habría una población civil emplazada en el cerro vecino, donde han aparecido restos de tejas, ladrillos y fragmentos de cerámica medieval, árabe y cristiana.