biel
Ubicado a orillas de la cabecera del río Arba de Biel, esta torre destaca con su grandeza sobre iglesia y caserío. Junto con Uncastillo y Luesia, vigilaba el paso desde Ejea hacia el condado de Aragón a través de la sierra Carbonera, San Miguel de Liso, San Felices y Agüero.
Las primeras noticias del castillo de Biel son de la época de Sancho III el Mayor de Navarra, aunque su primer tenente conocido fue Blasco Orioli, entre 1042 y 1051. Ya en el trono, Sancho Ramírez, rey de Aragoneses y Pamploneses, lo entregó en dote a su esposa Felicia de Roucy, con la que casó en 1071. A partir de esa fecha, el castillo aparece citado como Palacio del Rey, del que serán tenentes sucesivamente sus hijos Fernando y Alfonso.
Autores como Cristóbal Guitart son de la opinión de que en su actual estado es obra de constructores centroeuropeos, quizá normandos, que acudieron a la llamada de la cruzada de Barbastro.
Es probable que Sancho Ramírez, además de "importar" su esposa Felicia de Roucy de centroeuropa, importase también buenas relaciones y nuevos operarios diestros en trabajar la piedra de forma rápida y eficaz, a puntero, lo que posibilitaría el gran auge de las construcciones románicas ulteriores. Los grandes y desafortunados ventanales son debidos a las reformas del XVI de D. Hernando de Aragón; quién también retocara con desatino -a nuestro actual entender- el castillo de Luesia y su iglesia parroquial.
El castillo asienta directamente sobre una plataforma rocosa y en su entorno apenas se adivina parte del recinto. La planta del mismo es curiosamente irregular; debido a la existencia de una
torre en su extremo sur, a la que se le derribó su lienzo norte y construyó adosado el resto del castillo por los ya citados constructores centroeuropeos.
Cada planta ocupa 105 m cuadrados; siendo su altura total es de 25 m. La planta baja, de almacén se levanta sobre un basamento de 3 m , macizo. Sobre ella, la planta de la puerta abre al este. Por encima otra planta de habitación y sobre esta, dos de defensa, con vanos de cadalso al tresbolillo.
En cada planta, cuatro arcos de medio punto, de los que se conservan los arranques, sustentaban el piso de la superior. Ello constituye una novedad en la construcción, al igual que el cuidado aparejo de la obra, inusual en el XI. Volvemos a ver esta forma de disponer los pisos al interior e la torre en Abizanda, así como en la torre norte de Loarre.
Su gran superficie y cuidada ejecución con técnicas "importadas" apuntan a un verdadero palacio-torre en el concepto del "donjón". La adición de un tejado convencional, dotado de gran alero, al estilo de los caserones nobles de las Altas Cinco Villas, afea el conjunto - independientemente de que lo proteja de forma eficaz-. La solución de la cubierta del edificio debió de estar más acorde con su primitivo diseño. Da la sensación de que la elección aún fuese del arzobispo D. Hernando.