ágreda
Cuatro son los recintos murados que acogieron la villa, singulares en cuanto a su forma, no como ampliaciones una de otra, sino como conjuntos independientes que se fueron levantando a medida que
la población crecía como consecuencia de las repoblaciones procedentes de su entorno, desde San Pedro Manrique o Yanguas. La Muela es el centro de esta
primera barrera defensiva, de época califal o emiral, realizada a tizones y donde se encuentra la torre o castillo de la Mota. Se conservan dos accesos con arco
de herradura (aunque se sabe que tuvo al menos dos más), algunos muros, y la torre, muy posterior y de origen cristiano.
A partir de Alfonso VII, una vez cristiana la villa, se levantan los demás recintos. El segundo, levantado por el crecimiento de la ciudad debido sobre todo a los nuevos vecinos procedentes de
Yanguas, en la margen derecha del bicéfalo río Queiles (el otro tramo nace en Vozmediano), y algo más alto que el primero, contó con cinco puertas, de las que se conservan tres: las de Santo
Domingo, los Pilares y la de Almazán. El tercer recinto se construyó para protección de los repobladores procedentes de Magaña y San Pedro Manrique, y cubría de forma irregular las iglesias
de sus barrios. Contaba con un fuerte torreón (el de Costoya) y al menos cinco puertas. El último, algo posterior, contaba con otras cinco puertas en torno a San Miguel.
hay poca noticia de su época visigoda, hasta el siglo X en que se construyó el primer recinto, ya bajo la dominación árabe. Las primeros ataques de la reconquista contra Agrita ocurren en el siglo siguiente de mano de los reyes Navarros y Aragoneses, y se consolida bajo el mandato del batallador aragonés en 1118, que llegará en sus luchas hasta Zaragoza.
Desde ese momento y hasta el siglo XV, su situación fronteriza entre los tres reinos hará que sea objeto de disputas entre Castilla, Navarra y Aragón en repetidas ocasiones. Resultado de éstas sería la reiterada oposición agredeña al sometimiento de señoríos impuestos de una u otra manera: el Trastámara Enrique entregaría Ágreda a Mosén Claquín (Beltrand Duguesclin, como pago por su colaboración en el fratricidio de Pedro I el cruel); Enrique III haría lo propio con los Hurtado de Mendoza; o a Don Beltrán de la Cueva años después Enrique IV. En todos los casos hubo tan seria oposición de los caballeros de la ciudad que tuvo que recurrirse a algún que otro arreglo, como el intercambio de Almazán en el caso de los Mendoza.