la calahorra
El actual Castillo de la Calahorra se hace realidad por iniciativa del marqués de Zenete don Rodrigo de Vivar y Mendoza, hijo primogénito del cardenal Mendoza, personaje singular de nuestra historia dotado con una mentalidad y carácter propios de la época renacentista que le tocó vivir, que contaba con una especial cultura humanista al tiempo que se hacía notar por ser hombre de genio violento y extremadamente altivo.
Levantado sobre una colina que domina las amplias tierras del Marquesado granadino y asentado sobre una antigua fortaleza islámica, su interés artístico es de primer orden por ser pionero en España en la introducción de elementos arquitectónicos y decorativos propios del Renacimiento, en una temprana época en la que todavía pervivían con fuerza los motivos y gustos medievales.
La elección realizada por Rodrigo Díaz para edificar la sede de su señorío fue acertada, pues dominaba desde allí las amplias tierras de Guadix, y además partía de una recia fortaleza que ya tenía sus muros prácticamente a punto, y para la que encomendó al segoviano Lorenzo Vázquez su continuación y refuerzo. La unión de estas circunstancias da como resultado el aspecto exterior que ofrece el hoy castillo, que en nada se asemeja a las tradicionales fortalezas medievales, tal como lo demuestran sus baluartes y acabados.
De planta rectangular y con robustas torres cilíndricas en las esquinas cubiertas por pequeñas cúpulas, presenta un patio central y dos plantas de altura, y sobre su puerta de entrada formada por un arco adovelado de medio punto muestra el escudo de la segunda esposa del marqués, doña María de Fonseca, donde figuran las armas de la familia Mendoza y flores de lis que lo relacionan con el duque de Medinaceli.
Puesto que el deseo del marqués era crear un palacio muy a la vanguardia de la época y no simplemente habilitar un viejo castillo, para hacer realidad sus ideas creyó conveniente encomendar su ejecución a los más avanzados maestros italianos, únicos capaces por entonces de hacer una arquitectura distinta y de decidido sabor clásico; de mayor calidad y prestancia que lo realizado hasta ahora por otras familias de la nobleza española con la que estaba emparentado. Así, en 1509 encarga al genovés Michele Carlone las obras del interior de su castillo que finalizaron en 1512, mientras que Lorenzo Vázquez remataba la estructura militar y la consolidación de su estructura.
Carlone emprende con profesionalidad su cometido, encargando a su vez trabajos a otros maestros italianos. Así, pronto contrata piezas al marmolista lombardo Pietro da Gandria, y más tarde en Carrara otras a Bartolomeo Pellicia. Pero además de ello, y por deseo de don Rodrigo de una mayor perfección en la obra, en 1510 hace venir a La Calahorra a varios maestros italianos, al parecer architetti lombardos y lavoratori ligures, entre los que, con un minucioso plan elaborado por Carlone y bajo su dirección, se levanta una excepcional arquitectura clásica como no se había visto antes en España, y mediante la cual se componen piezas magistrales como el patio central y la escalera, tallando al tiempo varias portadas y vanos interiores con un repertorio de motivos ornamentales, principalmente lombardos, que incluyen grutescos y elementos tomados de la mitología, que aparecen por vez primera en nuestros repertorios decorativos.
El patio presenta doble galería de arcos: la inferior la forman arcos de medio punto sobre columnas de capitel corintio con decoración centrada en el intradós de los arcos y las enjutas, mostrando casetones con rosetas y escudos de la familia Fonseca y Mendoza. Los arcos de la galería superior se apoyan en columnas de mármol de Carrara y muestran una decoración más rica que incluye inscripciones latinas en el friso. Las dos galerías se cubren con bóvedas de arista apoyadas sobre ménsulas arriostradas con tirantes de hierro para contrarrestar sus empujes laterales, elementos éstos, bóveda de arista y tirantes de hierro, no utilizados antes en la arquitectura española.
Como consecuencia de todo ello, el conjunto interior del castillo aparece como un noble palacio del quattrocento italiano, resuelto con un sentido clásico, refinado en su diseño y elegante en su composición y formas ornamentales. El castillo está catalogado como Bien de Interés Cultural y está declarado como monumento según aparece publicado en la Gaceta de Madrid del año 1922.
Pertenece a don Íñigo de Arteaga y Martín, que desde 1997 es el actual Duque del Infantado.