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El Castillo de los Marqueses de los Vélez o Castillo de Vélez-Blanco lo manda construir el Adelantado de Murcia don Pedro Fajardo y Chacón nombrado Marqués de los Vélez (Vélez Blanco y Vélez Rubio) como permuta por la plaza de Cartagena, que le pertenecía en señorío y que los Reyes Católicos deciden incorporar a la Corona.

 

Cuando Pedro Fajardo se instala en Vélez-Blanco, fija aquí la sede de su nuevo señorío y emprende la construcción de su castillo-palacio sobre los restos de una antigua e importante alcazaba islámica que se levantaba en el cerro que domina la villa; un lugar con asentamientos humanos desde muy antiguo donde han sido halladas monedas romanas y numerosos restos constructivos de murallas, aljibe y mezquita.

 

En 1506 comienzan las obras del nuevo castillo sobre los restos de la antigua fortaleza, acabándose poco después, en el año 1515. Su construcción se inicia con una primera fase de estructura gótica, que pronto se cambia a otra de estilo renacentista, símbolo de los nuevos tiempos y de una nobleza más culta que rompe con la vieja tradición medieval y muestra el espíritu de los tiempos modernos. Así, frente al gótico oficial seguido por la monarquía y por la iglesia, este castillo-palacio representa un claro ejemplo del avance humanista emprendido por la nobleza, que en Andalucía se corresponde con otro gran ejemplo de avance arquitectónico como es el vecino Castillo de Calahorra de la provincia de Granada.

 

Constructivamente el castillo consta de dos zonas bien diferenciadas, una primera situada hacia el sur, de planta rectangular, queda separada de la segunda, el núcleo principal del castillo, de planta exagonal con torreones de protección en los ángulos. La unión entre las dos zonas se realiza a través de unos arcos que protegen la pasarela de entrada donde en principio debió quedar el puente levadizo.

 

El denominado Patio de Honor de este castillo es una de las obras maestras del primer renacimiento español junto con las del citado Castillo de Calahorra, propiedad de don Rodrigo de Vivar y Mendoza pariente de Pedro Fajardo, quien tras la visita en 1512 a las obras del palacio granadino decide el giro estilístico hacia el clasicismo que surge en éste, inicialmente comenzado en estilo goticista.

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El resultado es un magnífico patio renacentista de planta alargada y algo irregular, donde destaca la rica decoración escultórica que presentan los intradós y las enjutas de los arcos rebajados, así como en las cornisas, los pilares de la balaustrada; los capiteles y sobre todo los marcos de ventanas y puertas. En ella abundan los grutescos, figuras fantásticas que combinan elementos animales y vegetales, propios del arte de la Italia del Quattrocento. El ala sur de este patio presenta doble galería de cinco arcos rebajados de transición al renacimiento, con escudos de los Fajardo y los Cuevas en las enjutas.

 

En este castillo residen los Fajardo durante el siglo XVI y hasta finales del siglo siguiente, cuando acaba su línea de sucesión directa. Durante los años siguientes se usa como residencia con cierta irregularidad, llegando su decadencia en el siglo XIX con la ocupación francesa y los cambios sociales del país. A partir de 1904 inician sus propietarios el vaciado de sus elementos de valor, siendo vendido su patio renacentista en ese mismo año al francés J. Goldberg, quien lo pasa primero a Marsella y luego a París. En 1945 y tras la muerte de su siguiente propietario es cedido al Museo Metropolitano de Nueva York, donde más tarde quedó montado tal como puede verse en la actualidad.

 

Un aspecto importante de este castillo es su enorme Torre del Homenaje, de casi veinticinco metros de altura, elemento emblemático del castillo y símbolo del poder de su propietario sobre todo su señorío. De base macizada en piedra y estructura por pisos, contaba con escaleras desmontables en madera, que podían eliminarse en caso de peligro aislando su nivel superior como último lugar de defensa. Otro detalle singular del castillo es la proliferación de elementos decorativos en él, como las características esferas que aparecen rematando sus almenas.

 

El edificio se ha ido restaurando en fases sucesivas durante la segunda mitad del siglo XX, reconstruyendo los pisos de sus torres e intentando devolver en parte el esplendor que tuvo en épocas pasadas a este símbolo importante del patrimonio andaluz. Bien de interés cultural, el Castillo de Vélez-Blanco está justamente catalogado como monumento, según aparece publicado en La Gaceta de Madrid en 1931.

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Mariano García marianogarcia.besaba.com and Mariano García.