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castillos peninsulares

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Magnífico ejemplo de castillo roquero del siglo XII, sus muros se alzan sobre la roca, resultando espectacular la vista de la torre del homenaje desde su base.

 

Parcialmente restaurado, encontraremos parte de los muros que conformaron su muralla, almenada, y reforzada con torres en sus esquinas. En el patio de armas se conserva el aljibe, y la torre del homenaje presenta una puerta gótica de arco apuntado. Su interior disponde una escalera de caracol que permite acceder a la terraza superior.

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Dado que aparece citado en el primer Fuero de Molina, dado por Don Manrique de Lara, se le supone un origen de fortaleza árabe. Durante los tiempos del rey Fernando III el Santo, el tercer señor de Molina, Gonzálo Pérez de Lara, rebelado contra el monarca, se refugió en él. Dada la inexpugnabilidad del castillo, hubieron de pactar la “Concordia de Zafra”, por el que el la actual Molina de Aragón pasaría a formar parte de la corona de Castilla a la muerte de Don Gonzalo, perdiendo su condición de independiente.

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Un enigma para los historiadores es el espacio delimitado por las murallas de la fortaleza, que apenas deja espacio para depósitos de armas ni almacenes de víveres. Se baraja la hipótesis de que existieron grandes cuevas excavadas en la roca sobre la que se asienta.

 

La roca sobre la que asienta fue tallada de forma que aún acentuara su declive y su inexpugnabilidad. En la pradera que la circunda solamente quedan mínimos restos de construcciones, que posiblemente pertenecieran a muralla de un recinto exterior utilizable como caballeriza o patio de armas. En lo alto del peñón aparece el castillo. Debe subirse a él por una escalera de madera que el actual propietario ha puesto para su uso. Hace unos años, la única forma de acceder al castro era a base de escalar la roca con verdadero riesgo.


Se sabe que en tiempos primitivos, cuando los condes de Lara lo construyeron y ocuparon, Zafra tenía un acceso al que se calificó por algunos cronistas como de gran ingenio y traza.

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Una vez arriba se ve cómo se trata de un espacio estrecho, alargado, bastante pendiente. Queda hoy la torre derecha que custodiaba la entrada por este extremo. A mitad del espacio de la lastra, surgen los cimientos de lo que fue otra torre que abarcaba la roca de uno a otro lado, y que una vez atravesada, permite entrar en lo que fuera «patio de armas», desde el que se accede a la torre del homenaje, hoy reconstruida en su totalidad, a la que se sube a través de una escalera de piedra adosada al muro de poniente, y nos permite recorrerla en su interior, donde aparecen dos pisos unidos por escalera de caracol.

 

Una escalera interior permite subir hasta la terraza superior, almenada, desde la que el paisaje, a través de una atmósfera siempre limpia y transparente, se nos muestra inmenso, silencioso, evocador nuevamente de antiguos siglos y epopeyas.

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Mariano García marianogarcia.besaba.com and Mariano García.