cuzcurrita
Su poderosa torre de homenaje, es de planta rectangular y de buena fábrica de sillería. Ninguna ventana o saetera en sus muros, salvo alguna pequeña abertura practicada modernamente. La torre
está flaqueada en sus cuatro ángulos superiores por cuatro saledizos no muy pronunciados a modo de garitones o atalayas.
Entre atalaya y atalaya una fila de matacanes y encima de todo una corona de almenas, abierto por aspillera. Protegiendo a la torre se levanta un recinto murado, de sillería con sendos cubos en
sus ángulos y un saliente a manera de baluarte rudimentario en el centro del muro. En éste se han abierto posteriormente numerosas ventanas a las habitaciones que hay al otro lado, en
torno a lo que serviría antiguamente de plaza de armas. Las almenas que indudablemente terminaban estos muros han desaparecido para colocar un vulgar tejado.
Finalmente a estas obras de la fortaleza les precede en parte una tercera. Consistente ésta en una muralla o mejor dicho, un simple murete de poco grosor, aunque de sillares, coronado de almenas
que constituía un primer parapeto. El conjunto de la construcción, evidentemente muy retocada, es gótico.
En 1567 Enrique Ie daba a Juan Martínez de Rojas y su mujer Sancha la villa con sus aldeas y jurisdicción. En 1464 era su señor Sancho de Rojas que la había heredado de su abuelo, Juan Rodríguez
de Rojas, que fundara mayorazgo en 1419. Más tarde, vendió la villa que pasó a manos a Hernando de Santo Domingo y luego a Pedro Suárez de Figueroa.
De los tiempos de éste o de su presunto hijo del mismo nombre, que llevaba el apellido de su auténtico padre, el condestable Bernardino Fernández de Velasco, será el remate de la torre y
probablemente la cerca. A don Bernardino acabó revirtiendo Cuzcurrita y su fortaleza, pues don Pedro el joven se la donaba en 1519, para después de su muerte.
En tiempo de la desaparición de los señoríos (1856) el castillo era propiedad del Marqués de Lazan, señor de la villa.
En 1945 la propiedad recayó en la familia Sáinz de Incháustegui, Condes de Alacha, que han llevado a cabo una adecuada restauración gracias a la cual se conserva en buen estado. Acaso sea, a
través de sus transformaciones y arreglos, el mejor conservado de toda La Rioja.