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La historia del castillo de Cornago se relaciona con el linaje de los Luna, de origen aragonés, cuyo señorío se extendió a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI, aunque no podemos descartar la posibilidad de la existencia de una fortaleza anterior a la actual, construida por esta familia hacia 1450. El primer señor fue Juan Martínez de Luna y Gotor, hermano de Pedro que será conocido como el "Papa Luna" Benedicto XIII, que recibió de Enrique II. en recompensa a sus servicios, los lugares de Alfaro, Cornago, Jubera y Cañete. Además, lo hizo su Mayordomo; a su hijo Alvaro, Copero mayor, y a su primogénito Juan, Alférez del infante D. Fernando. Su sucesor como señor de Cornago, Jubera y Alfaro será su hijo Alvaro Martínez de Luna y Albornoz. Este, según la Crónica de los Reyes de Castilla, vendió todos estos lugares, dejando a su hijo Alvaro de Luna sin herencia. 


Sin embargo, el año 1420 el rey Juan II le concedió como regalo de bodas Cornago y otros lugares que habían pertenecido a su padre. En 1422 fue nombrado Condestable de Castilla y en 1425, señor de San Esteban de Gormaz. En 1440 creó el mayorazgo de Cornago y Jubera para su hija natural María de Luna a la que casó con su primo Juan de Luna, hijo de Juan Hurtado de Mendoza.


Durante el señorío de Juan y María de Luna, la villa recibió de Juan II de Castilla, en 1445, un privilegio de  exención de  tributos (portazgo, barcaje, peaje, roda y castellería), en compensación a los servicios prestados y daños sufridos durante las luchas internas que tuvieron lugar en su reinado, que Cornago tuvo que soportar por pertenecer a la familia de los Luna y por su situación fronteriza con Navarra. Este privilegio fue confirmado por Enrique IV en 1457, por los Reyes Católicos en 1483, por la reina Juana en 1511 y por el rey Felipe en 1563.

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A pesar de ello, el señorío debió de ser muy discutido a los sucesores del Condestable en época de Enrique IV. Este desterró a Juan de Luna en 1459 y confiscó sus bienes a fines de 1461, por lo que el propio Juan se vio obligado a ocupar por la fuerza la villa y fortaleza de Cornago. Los Luna tenían poderosos rivales en la corte de Enrique IV, como el marqués de Villena o el Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, que deseaba las propiedades de Cornago porque ya tenía allí algunas suyas. Así, en las paces entre Castilla y Navarra, en 1462, se estipulaba que la tenencia de las fortalezas de Jubera y Cornago fuesen para él. El Arzobispo consiguió una venta del señorío por parte de María de Luna, en presencia de su hijo Juan, en contra de la voluntad de ésta, según declaraba en 1465, y en 1468, obtuvo la promesa de la futura reina Isabel de que le concedería la villa y fortaleza de Cornago. Mientras tanto, el Rey concedió la tenencia del castillo y señorío a Juan de Beamonte, en 1464, y los Ramírez de Arellano aspiraban a aumentar sus propiedades en el término de Cornago. Las reclamaciones del señorío por María de Luna, consiguieron que Enrique IV se lo restituyese en 1468, y más adelante, en 1485, los Reyes Católicos ordenaron al concejo de Cornago que la tuviesen por su señora. 


Sin embargo, no lo debió disfrutar en paz, pues los Reyes tuvieron que confirmarlo y protegerlo en diversas órdenes reales (1484,1485,1486) de la codicia de familias rivales o del deseo de los vasallos por este rico territorio. Juan y María de Luna fundaron el Convento de Santa María de Campolapuente, en 1466, sobre la base de una granja e iglesia que compraron a los monjes cistercienses de Fitero. Este convento, regido por la orden de San Francisco, se ubica en la margen izquierda del río Linares, frente a la villa, y desde su fundación hasta la extinción de los Luna, a comienzos del siglo XVII, sirvió de panteón familiar.  En él se enterraron Pedro de Luna en 1575, Alvaro de Luna en 1604, e Isabel Eugenia de Luna. A María de Luna debió suceder en el señorío su hijo Juan de Luna, según se desprende del inventario que su hermano Pedro mandó realizar de los bienes que dejó a su muerte, ocurrida el 11 de enero de 1497. Este inventario pone de manifiesto la decadencia económica a la que se había visto reducida la casa, obligando a Juan de Luna a empeñar el señorío a su poderoso vecino el conde de Aguilar.


Desde luego, el castillo era morada habitual, donde vivían Juan y Brianda de Luna. Existían dos dormitorios, uno en la torre cuadrada y otro en la torre redonda, probablemente la S-W., donde había una cocina y el escaso armamento, más bien defensivo, de la fortaleza. Al pie de esta torre se encontraría la bodega que contenía cuatro cubas: dos vacías de 55 y 20 cántaras, y dos llenas de 80 y 40 cántaras. Se mencionan las dependencias construidas en el patio a las que se llama " casas" o "casa de más adentro", con cocina baja y sala mediana. En estas casas debían estar las cuadras y la capilla, con retablos de la Anunciación y Santiago.

Varios miembros de esta poderosa familia detentaron durante el siglo XVI la alcaidía de la fortaleza de Logroño: Alvaro de Luna, desde 1511 a 1547; su hijo Pedro, hasta 1575 y su nieto Alvaro, hasta 1604. Todos estos personajes, a lo largo del siglo XVI, mantuvieron diversos pleitos con los vecinos de Cornago y la cuadrilla de la Mesta por el cobro de alcabalas y cuestión de pastos. En dos casos concretos, tuvo que intervenir la Corona en favor de los vecinos y en contra de los abusos y violaciones constantes de los derechos de estos por parte de los Luna: una en tiempos de Carlos I y otra el año de 1585, cuando Felipe II aprobó las ordenanzas presentadas por dicha villa de Cornago, a pesar de las presiones ejercidas por Alvaro de Luna.

En el siglo XVII, extinguida esta rama de los Luna, el mayorazgo pasó a los condes de Castelflorit y posteriormente a la familia de los Rodríguez de Cisneros de Mendoza y Luna.

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Mariano García marianogarcia.besaba.com and Mariano García.